El ají dulce es un ingrediente por excelencia para los venezolanos, ya que las recetas de cada región y para cada celebración lo tienen presente.
Entre estos, se nombran: el ají margariteño en el pastel de chucho, el ají jobito en el consomé de guacuco, el ají rosita en el mute de chivo, y el ají pepón en el bagre guisado. También se encuentran el ají llanerón en el pisillo de chigüire y el ají Sartenejas que ya comienza a darle otros rasgos a la nueva cocina caraqueña.
Todos los días, hay ají dulces en guisos hervidos y frijoles salteados, así como en quesos, ensaladas, salsas, mermeladas y chutneys.
El ají no nació en Venezuela. Dicen que la persona que llegó nació hace 20.000 años en las laderas de la vertiente oriental de los Andes, en la región que hoy constituye Ecuador, Perú y Bolivia.
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El cultivo y propagación de este pimiento comenzó hace 10,000 años y llegó a la Isla de Margarita hace 5,000 años durante la exploración hacia el norte de Suramérica. Esas semillas esperaban germinar como alimento diario de esos exploradores.
Da la casualidad de que las plantas se enferman cuando cambian de un clima templado a uno más caluroso durante el día y la noche. Sin embargo, fueron las semillas de estos «pimientos enfermos» las que fueron seleccionadas como los híbridos intuitivos de los lugareños y fueron domesticadas en maíz, yuca y mole. Así recibe Venezuela a los inmigrantes que luego tienen de apellido: ají margariteño.
Cuando los españoles llegaron a esta tierra para buscar su propia tierra, los españoles conocieron ese «pimiento indio». Quizás para entonces, nuestro «chile» ya inició su viaje al continente venezolano; actualizando cultivos para mejorar la especie o creando nuevas variedades en base a otras intuiciones y gustos familiares.
El ají dulce fue echando cría en cada región del país. Todos se parecen, pero cada uno tiene su rasgo de carácter
Cuando pica…
En cuanto a esto, es importante saber que el ají dulce, como todas las plantas domesticadas, depende del hombre para continuar su desarrollo.
Debemos tener en cuenta que en el campo, donde se siembra ají, no debe haber cerca un cultivo de ají picante o que un vecino tenga para su consumo. Esto ya que el viento transporta ese picante hacia el cultivo y las abejas que visitan esa mata dejan un polen picante. Entonces, ese fruto se te hace tan picante como el pariente que lo fecundó
Si asusta el picante, se recomienda abrirlo, probar un par de semillas, verificarlas y luego usarlos
De esta manera, “El mejor ají es el que más se consume”. Ese es el que siempre se cuidará y defenderá en cualquier lugar como a ese amigo que hicimos nuestro desde hace muchos años.